Creo que nunca te dije que siempre me he maravillado con el milagro de mi existencia. Siempre he admirado, casi por default, a aquellos que estuvieron aquí antes que yo, me encantan -por ejemplo- las historias de mi papá, y en mi mente se arma una especie de Macondo personal, lleno de redes, de paisajes, gente a veces sin rostro, pero que vive en mí de alguna forma.
Intento decir que hoy mi memoria hará un doble esfuerzo. Ahora que ya no estás tú, que te fuiste a vivir a ese Macondo, y me dejas el recuerdo de tu voz, de tu risa, la sensación de tus abrazos... Sabes cuánto te quiero?
Te quiero, y te querré hasta mis huesos.
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