domingo, 7 de septiembre de 2014

La bruja ha vuelto

Hoy por la mañana mientras preparaba el desayuno, una abeja entró por la ventana… y las abejas me dan ¡pánico! Después del sustazo, desalojarla de la cocina y volver a lo que estaba haciendo, se me iluminó la cabeza: Llevaba días tratando de pensar en ese sueño raro que no terminaba de sacar de mi inconsciente. Después de la hostilidad, ¡gracias, abejita! Por encender el switch de mi mente: 

1. Caminaba por el patio de la casa de mi abuela María; iba descalza y dando brinquitos porque las losas estaban muy calientes. El sol estaba a tope, hacía mucho calor… me acercaba a un montículo de tierra similar a un hormiguero, sin embargo de ahí no emergían hormigas, sino abejas… seguía de largo rápidamente. Me acercaba al corredor de las habitaciones, me detenía frente a una pero no podía entrar: un cachorro de jaguar me lo impedía y lloraba. Entonces pensaba: “si este bebé está aquí, su madre no debe de andar lejos…” Tomaba al cachorro entre mis brazos, entraba a la habitación y encontraba a su madre tendida en el suelo, con medio cuerpo debajo de la cama, amamantando a otro cachorro, que rugía al verme… Salía de la habitación, cerraba la puerta y desperté. 

2. Estaba tomando clases con mi maestro Bernal. La habitación estaba repleta de libreros abarrotados… de primer momento pensé que era la casa de Alfonso Reyes, aunque más bien creo que era en casa de Ricardo. Ahí también estaba mi hermano, con el torso descubierto, escuchando… veía que en el costado tenía una protuberancia, de la que Ricardo, con un cuchillo, sacaba rebanadas con las que después se hacía un sándwich y lo degustaba alegremente frente a todos. Mi carnal se moría de risa y yo ponía cara de “No entiendo qué pasa, pero me río también”. 

3. En otro sueño revelador y muy extraño, una de mis ex jefas venía a buscarme a mi casa muy molesta porque le urgía que firmara unos papeles; y como yo no le respondía los mensajes ni las llamadas, había recurrido a mi familia para llegar… yo me molestaba muchísimo, le gritaba con un lenguaje altisonantísimo que yo ya no trabajaba en la empresa y que me importaban un pepino los documentos que quería que firmara. Ella también enloquecía un poco y me decía que era una tonta porque no me importó la empresa, ni mi puesto ni otra cosa en la vida que mi libertad… y que la empresa le debía todo a ella, y por ello debía permanecer allá, esperando el reconocimiento.

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