Carajo. Tan sòlo de sentarme frente a una hoja en blanco me intimido. Hace meses que no escribo ni media palabra, y la sensaciòn de enfrentarte al hueco en blanco es para morirse. De verdad, ahì està, ese espacio grande, grande que te devora, te convierte en nada... esta hoja en blanco me aterra, no dice nada, ahì està, tan inofensiva... pero me da un chingo de miedo.
Me pasan muchas cosas por la mente, pero al final ninguna se atreve a retar a la dichosa hoja en blanco. Es como cuando una turba enardecida pretende salir del metro, en la estaciòn balderas en hora pico... todos quieren salir, pero al final, ninguno puede... Bueno, asì pasa con mis pensamientos, todos quieren lanzarse, y ninguno puede.
Pero vayamos al grano... Tengo un bloqueo. Que es como una enfermedad. Y como tal, despuès de asumirla hay que buscarle una cura.En algùn momento, alguno de mis amigos mencionò la necesidad cuasi fundamental de tener un blog... eso no importa, lo que importa es que yo necesito escribir. Y què mejor forma de escribir que conseguirme un espacio donde pueda exponer cualquier cantidad de tonterìas, mis traumas y mis filosofìas baratas o lo primero que se venga a la cabeza sin que a nadie le importe...
Ahora: al espacio hay que ponerle un nombre... diablos¡¡ còmo nombras una hoja en blanco? el monstruo de mil cabezas? el pozo sin fondo? la devoradora?Ok. Tranquila. Que no cunda el pànico... si bien el asunto es escribir y hablar hablar y hablar sin algùn hilo conductor o incluso sin objetivo o intenciòn, pues entonces que sea como yo quisiera ser. Que no le tenga miedos a la hoja en blanco, que le importe un reverendo cacahuate si es leìdo o no, si a quien lo lea le gusta o no... es màs, ni siquiera deberìa importarle lo que yo piense. Que sea a prueba de balas...
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