jueves, 20 de septiembre de 2007

apuntes de un 20 de septiembre

Luis nació el 20 de septiembre de 1950; en Mentidero, Veracruz... una especie de suerte de Macondo que hasta la fecha, está enraizado en él, en sus hijos, y seguro estará en sus nietos.

Mentidero fue el comienzo de una colonia fundada por franceses, a escasos kilómetros del mar, y al día de hoy sigue conservando su particular arquitectura, de techos tupidos de pequeñas tejas, que asemejan hojas; su cocina mitad francesa, mitad mexicana, fusiona su delicada repostería con los sabores exóticos de las frutas como la naranja, el plátano, el coco; y qué decir de los pasteles y galletas de queso, porque mención a parte merecen sus lácteos: la crema, y el queso que aún preparan sin conservadores, de forma natural o qué tal los mariscos cocinados con sutiles salsas de fruta o licor... recuerdo a mi tía Olga, quien suele decir que el mestizaje es lo mejor que le pudo pasar a ese pueblo, porque 'el europeo, por sí mismo, es feo; el indio y sus costumbres lo han hecho más atractivo, más sabroso'

En los más viejos, se conserva hasta el idioma. La abuela de Luis (Luisa) le hacía cariños en la cabeza al mismo tiempo que sonreía y le susurraba: 'le petit Louie', mientras él gustaba de llamarla 'grand-mére'. Luisa era una mujer de complexión pequeña, delgada, muy blanca; en cambio, su abuelo (Alfredo) era un hombre grande, un carnicero corpulento, de mirada fuerte, azulísima, tanto o más que el mar; de bigote y barba rubios, sin un cabello en la cabeza, que lucía reluciente. Su madre (Esperanza), había heredado la complexión de Luisa, y también era pequeña, menuda, blanca, de ojos obscuros.

Después de la muerte de sus abuelos, Luis sobrevivió a su infancia prácticamente solo: hijo único de madre soltera, se convirtió en un estigmatizado que rondaba de aquí para allá sin más compañía que su sombra. Pero ni falta que hacía; pasaba las tardes trepando a las palmas, a los árboles, atravezando el río Nautla de un lado a otro quebrando su propio récord, cazando langostinos (acamayas, les dicen por allá) para cenar y con frecuencia miraba los atardeceres mientras comía una naranja, pensando en que algún día saldría de allí y entonces sería alguien...

Pasados algunos años, Mentidero extendió su descendencia hasta San Rafael, y fue ahí donde por lo menos Esperanza pasó el resto de sus días; dedicándose a la costura, a dar clases de danza, a organizar bailes, a cantar ...
Sin embargo, Luis no esperó a cumplir 16 años para volar; fue jugador de beisbol, fotógrafo, contador y administrador... y a pesar de todos los males, volvimos a San Rafael cada año para festejar cumpleaños, bodas, e incluso, la última vez, enterramos a Esperanza.

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