jueves, 1 de noviembre de 2007

muerte niña

Día de todos lo santos. Hoy, se recuerda y se festeja a los muertos chicos, a los niños difuntos. Hace más de una semana que la imagen de la muerte niña me está siguiendo, por este día, por mi recuerdo chiquito que viene 2 veces al año, por un corto que vi en la televisión.
En México tenemos la fama de tomarnos la muerte muy a la ligera, con ironía, que jugamos con ella, aunque al mismo tiempo le damos el respeto merecido; la abrazamos cálidamente. Por ello no me sorprende que nuestra cultura abrazara del mismo modo la costumbre nacida en Europa de fotografiar a los difuntos, de conservar el último instante, el último rastro de vida.

La costumbre nació a mediados del siglo XIX, ante el deseo de poseer una imagen del finado; como cualquier tecnología nueva, la fotografía (o en este caso los daguerrotipos) no estaba al alcance de las clases menos favorecidas, así que, la muerte de algún miembro de la familia obligaba a pagar por este pequeño lujo para preservar su recuerdo.

Las formas en que se fotografiaba a los muertos fueron muy variadas: podía retratárseles solos o con su familia completa, simulando una siesta, rodeados de flores, en composiciones extrañamente hermosas; los más audaces abrían los ojos del finado, y lo colocaban de forma tal, que pareciera que aún se encontraba con vida.

Fuera de lo que pudiera creerse, esta forma de recuerdo fue muy popular por lo menos de 1860 a 1930 y tantos, y era mucho muy común, dado que las tasas de mortandad eran casi las mismas que las tasas de nacimiento; con los avances de la fotografía, y al abarataniento de los costos, las familias pudieron disponer de momentos reales, momentos vivos; y la 'necesidad' de fotografíar a sus muertos era cada vez menor.

En el caso específico de México, se fotografiaba más a los niños que a los adultos, tal vez para dar fe de la existencia de los pequeños; o tal vez para presentarlo a aquellos familiares que no alcanzaron a conocerlo ni en vida. Al igual que en Europa, podía retratárseles con o sin los familiares, sin embargo no intentaban que lucieran con vida, los rodearan de flores y los vestían de santos... esa era la muerte niña.

Desgraciadamente encontré muy poco (prácticamente nada) acerca de esta costumbre en méxico. Ni siquiera imágenes, salvo ésta última, que encontré en el blog http://www.alexandroroque.blogspot.com/ si alguien tiene algo más, agradecería rolen información.

Mañana llegan los fieles difuntos, regresan a acomañarnos un rato, a devorar los aromas de las flores, del pan de muerto, del mole y las grandes comidas que se preparan en su honor. Mañana es del olor del cempasúchitl, del copal, del incienso. Nos leemos el lunes.

1 comentario:

Lahetaira dijo...

Guardar el recuerdo del último momento puede parecer escalofriante, pero quizás pudo ser consuelo, testimonio....

¿No se trata de permanecer el mayor tiempo posible? Es una costumbre interesante, como todas las que sirven para aferrarse de algún modo a la vida.